Hablar con los pacientes de su tratamiento, hablar con los pacientes y sus familias sobre los problemas que les preocupan, hacer ejercicios de relajación, escuchar música o rezar son algunas de las intervenciones psicológicas (emocionales) que mejoran el día a día de los pacientes con cardiopatías. Fueron las enfermeras de la unidad de cuidados coronarios las que se dieron cuenta de cómo con estas sencillas actividades los pacientes tenían menos probabilidades de sufrir otro ataque al corazón, morir o regresar al hospital. Así pues, la cardiopatía coronaria no sería sólo física, sino que también tendría un componente psicológico.

A raíz de esta experiencia se decidió llevar a cabo una investigación en Atenas (Grecia), para comprobar cuáles eran los efectos reales del apoyo psicológico sobre los resultados de pacientes con cardiopatía coronaria. El resultado del estudio se presentó en el Congreso de Cuidados Cardiacos Agudos (ACCA) de 2013 organizado por la Sociedad Europea de Cardiología en Madrid.
Estudios de base poblacional han demostrado que factores psicológicos como la depresión, el aislamiento social, el bajo estatus socioeconómico, la ansiedad laboral, la ansiedad conyugal, el estrés crónico o el estrés derivado de la atención sanitaria pueden influir en la probabilidad de sufrir un ataque cardiaco. En el marco de este estudio griego se llevó a cabo una metaanálisis de nueve estudios controlados y aleatorizados. El objetivo era determinar si las intervenciones psicológicas podían mejorar los resultados de los pacientes con cardiopatía coronaria en combinación con un programa de rehabilitación convencional. Se concluyó que las intervenciones psicológicas redujeron la mortalidad y los acontecimientos cardiovasculares en un 55% después de dos años o más y, por lo tanto, menos volvían a ingresar en el hospital. Sin embargo, los beneficios no fueron significativos durante los dos primeros años.
Los factores psicológicos también son importantes porque conciernen a las perspectivas de futuro que tienen los pacientes. Uno de los aspectos que se reflejó en el estudio es la angustia que genera no saber qué pasará cuando salgan del hospital. Por ello, se cree que es fundamental dar información. Los pacientes bien informados están más tranquilos, reduciéndose así la probabilidad de que mueran o sufran otro ataque cardiaco. Un paciente informado hace más preguntas y se compromete con la toma de decisiones sobre su tratamiento.
Fuente: Feasan