Médicos, biólogos y otros especialistas trabajan en el Clínico para hallar respuestas a diferentes patologías y mejorar la asistencia a los pacientes.

Una trabajadora, en el Laboratorio de Investigación Biomédica IBIMA ubicado en el Hospital Clínico.


Un plano enorme cubre media pared. Parecen mapas de Metro. Como si todos los Metros del mundo estuvieran allí representados en una maraña ininteligible de líneas. Fernando Cardona, coordinador del Laboratorio de Investigación Biomédica (LIB), explica que son todas las rutas metabólicas posibles de una célula. De una sola célula. El cartel tiene un metro de alto por tres de largo y está a la entrada del laboratorio, ubicado en el Hospital Clínico.
Allí, un puñado de médicos, biólogos, bioquímicos y otros especialistas se empeñan en desentrañar los misterios moleculares que hay detrás de cada enfermedad. Son los constructores de la Medicina del mañana . «El laboratorio es un servicio para que los profesionales hagan investigación y resuelvan sus preguntas», explica Cardona.
En el LIB -que depende del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA)– trabajan casi 80 profesionales, entre contratados a tiempo completo, investigadores clínicos y no clínicos, enfermeras y técnicos de laboratorio. «Sin una unidad de investigación, el Clínico sería un peor hospital. Porque la investigación fomenta el espíritu crítico; que los profesionales se pregunten por qué un paciente va bien y otro no. Fomenta la inquietud [científica] siempre con la vista puesta en el paciente», argumenta el cardiólogo Manuel Jiménez Navarro.
Con ese mapa molecular de tres metros que muchos tienen en la cabeza, cualquiera los imaginaría como personas introvertidas y aburridas. Nada más lejos de la realidad. Las risas que desata la preparación de la foto para el reportaje refleja que son un equipo feliz con su trabajo y su simbiosis. Médicos a los que no les basta con tratar a un paciente, sino que buscan respuestas que hagan avanzar la asistencia. Biólogos, químicos y bioquímicos que se meten en el laboratorio para intentar responder a esos interrogantes.
El urólogo Bernardo Herrera lo resume: «Nosotros identificamos las necesidades y se las trasladamos a ellos». La bióloga Maribel Queipo completa la idea desde otra perspectiva: «Y nosotros conocemos al paciente por dentro»
Lamentan que en general la investigación esté «infradesarrollada e infravalorada», pero se sienten «privilegiados» de estar en la élite investigadora del hospital.
Los proyectos en los que están involucrados son muy variados porque son frutos de las inquietudes asistenciales de diferentes especialidades del hospital. Por ejemplo, el área de Urología intenta regenerar el esfínter urinario con células madre para combatir la incontinencia. En mayo empiezan los ensayos con animales.
Los profesionales de Cardiología buscan nuevos tratamientos para reducir el riesgo de muerte en pacientes que ya han sufrido un infarto, que padecen insuficiencia cardiaca o patologías de las válvulas.
El área de Oncología Radioterápica estudia los factores moleculares por los que unos pacientes responden y otros no a los tratamientos. El objetivo es saber de antemano si la radioterapia funcionará en un enfermo concreto para ahorrarle sus efectos en caso negativo.
Isabel Moreno, bióloga, participa en un estudio de la Unidad de Endocrinología. Los investigadores ya han descubierto que el hecho de que una persona tenga el peso normal no significa que esté sana metabólicamente. Por eso se han embarcado en descifrar los mecanismos moleculares para tratar de predecir y prevenir las patologías metabólicas.
Maribel Queipo también investiga para el área de Endocrinología. Su línea despierta algunas risas: trasplante de heces. Ella lo explica con rigor científico. Las bacterias de los intestinos no son las mismas en personas delgadas que en obesas. Y como el 90% de las heces son bacterias, están investigando si un trasplante de heces permitiría revertir la obesidad y otras patologías. Estos singulares trasplantes se inician en animales en torno al verano.
Cardona también lleva un proyecto de la Unidad de Endocrinología. Y lo resume: se coma una ensalada o una fabada, el cuerpo produce unas moléculas inflamatorias para procesar la grasa. Su investigación consiste en estudiar la reacción a nivel molecular a la ingesta de grasa. La meta es entender los mecanismos que originan ciertas enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
Unos investigadores tienen más estabilidad, otros menos. Unos estudiaron Medicina , otros Bioquímica o Biología. Muchos se han hecho expertos en encontrar financiación para sacar adelante sus proyectos. Lo que todos comparten sin fisuras y sin diferencias es la búsqueda de respuestas para construir la Medicina del futuro. Saben, como aclara Manuel Jiménez, que «el camino es largo y muchos proyectos mueren durante el recorrido», pero son felices haciéndose preguntas, dudando, planteando hipótesis, investigando y, sobre todo, descubriendo.
Abogan por la colaboración público-privada

«En investigación, se debe ir a la colaboración público-privada porque la industria privada no es el demonio». Es la opinión del cardiólogo del Clínico Manuel Jiménez Navarro. El facultativo recuerda que los recursos públicos son limitados por lo que aboga por consorcios mixtos que contribuyan a impulsar la investigación. El urólogo Bernardo Herrera es de la misma opinión: «El sector privado no es nuestro enemigo. Lo importante es la colaboración». Además, los profesionales insisten en que la I+D+i es «una fuente de riqueza a largo plazo» y piden a los políticos que en vez de ponerse medallas, apuesten por más presupuesto para investigación.
Fuente: MalagaHoy