A pesar de que el número de personas que fuman ha vuelto a crecer en España, donde ya hay tantos fumadores como antes de las leyes antitabaco, las evidencias científicas lo han dejado claro: fumar pone en riesgo nuestra salud, y no solo porque aumente el riesgo de padecer cáncer. También hace peligrar el buen funcionamiento del sistema cardiovascular, de tal forma que se calcula que una persona fumadora multiplica por dos o por tres el riesgo de sufrir un infarto.
De hecho, siete de cada ocho muertes súbitas cardiovasculares se produce en fumadores. Por eso nunca es tarde para abandonar el tabaco. Nuestro cuerpo agradece que dejemos de fumar ya desde los primeros días, evidenciando una serie de cambios que son un regalo para el organismo. Estos son algunos de ellos:

Beneficios en las primeras semanas

Los efectos de abandonar el tabaco son visibles ya en las primeras semanas porque dejar de consumir las más de 4.000 sustancias tóxicas que contiene un cigarrillo proporciona una serie de cambios. A los 20 minutos de la última calada la presión arterial baja hasta normalizarse, y tras 8 horas el monóxido de carbono reduce su tasa sanguínea a la mitad. Por eso en poco tiempo mejora la frecuencia cardiaca y el control de la tensión, además de que disminuye el riesgo de arritmias. Pasados siete días, los bronquios van recuperando su tono, por lo que el ex fumador empieza a respirar mejor y reduce las posibilidades de infecciones broncopulmonares. Al mismo tiempo, la capacidad para el ejercicio físico aumenta.

Beneficios tras un año

Según los estudios realizados, si quien ha dejado de fumar había pasado por un infarto, al año de abandonar el tabaco su riesgo de sufrir un segundo infarto se reduce a la mitad. El principal daño que el tabaco provoca en la salud cardiovascular es que acelera la ateroesclerosis, un proceso de degeneración de las arterias que puede derivar en trombos que producen infartos. Al detener el daño que producía el tabaco, mejoran notablemente las perspectivas de vida.

Beneficios tras cinco años

Transcurridos cinco años, el riesgo de enfermedad cardiovascular disminuye enormemente. Si se deja de fumar antes de entrar en la cuarta década de vida, tras cinco años el ex fumador tendrá un riesgo cardiovascular similar al de una persona de su edad que no haya fumado nunca. A medida que se retrasa el cese, el riesgo no llega a igualarse al de un no fumador pero sí hay una importante mejoría de salud.
Fuente: Fundación Española del Corazón